Homenaje a la mora Jaia (z´l)
«Esta institución, esta comunidad, lleva las huellas de tu estar aquí».
El pasado miércoles 7/08 se llevó a cabo un acto de recordación y homenaje de la morá Jaia Matzkin (z´l).
Fue un cálido encuentro en el que se recordó la impronta de su estar y habitar la escuela entre libros, reflexiones y su amor por el ivrit.
Su familia fue protagonista de la inauguración de la Biblioteca de la secundaria bajo su nombre.
El Director Avi Efron leyó unas palabras en honor a la morá y dando cuenta de la admiración que dejó en muchos de quienes hoy continúan su legado de la educación y transmisión, dos pilares que embanderó a lo largo de toda su vida.
Por su parte Silvia Herrero la homenajeó a partir de una reflexión sobre la importancia del nombre en el judaísmo y la relación entre las palabras Shem (nombre) y Sefer (libro), aludiendo al mismo valor numérico que en hebreo tienen ambos términos. En este sentido recordó a la morá Jaia como una amante de los libros.
La proyección de un video con fotos significó un momento en el que los presentes pudieron disfrutar de verla en acción: la morá dando clases, cocinando, educando, transmitiendo, pensando y haciendo pensar.
Una de sus nietas dedicó en un video unas sentidas palabras para recordarla: «mi abuela quería mucho a la escuela, siempre hablaba de todos ustedes»
Compartimos a continuación las palabras de una ex alumna Julieta Bulletich quien la homenajeó de una interesante manera:
«Cuando pienso en la morá Jaia la primera palabra que se me viene a la cabeza es pasión. Ella era una mujer muy apasionada, la rutina jamás pudo sacarle el interés ni la curiosidad. Cada tema que dábamos, cada cuento que leíamos ella se quedaba pensando y seguía estudiando sin parar para a la siguiente clase contarnos algo nuevo. Pensábamos que no dormía. Nos mandaba mails con textos que había encontrado a cualquier hora de la madrugada y al otro día a las 7 30 de la mañana ya estaba en la escuela. Era una de las pocas que se atrevía a llevarnos textos con contenidos eróticos y nos enseñaba a leerlos con respeto, entendiendo el sentido, más allá de la risa que le puede causar a un adolescente esos temas.
No voy a negar que nos retaba con mucho talento, se acercaba muy despacio y en silencio a aquel que usaba el celular, o estaba haciendo otra cosa, se lo quedaba mirando fijamente sin decir una palabra, y una vez que el alumno se daba cuenta de su presencia a causa del silencio y alguna risa que se escapaba ya lo había atrapado y ya no era posible inventar ningún tipo de excusa.
Ella me contagió su pasión por la literatura. Leía con tanta concentración y tan expresivamente que lograba que nos entusiasmemos por la historia y nos daba la sensación de estar viviendo la trama en vivo.
Jaia buscaba la perfección, cuando era su alumna pensaba que era obsesiva, pero ahora entiendo que lo hacía por respeto. Aquella vez que fuimos a cantar el Himno de los Partisanos a unas jornadas de Shoá y pronunciamos bien “Zainen Dó” en idish, su sonrisa no le cabía en la cara. Estaba contenta, orgullosa.
Cómo no estar orgullosa si logró educar y enseñar la importancia de la memoria y la transmisión a adolescentes de 15 años o menos. Cómo no estar orgullosa si nos permitió ingresar al mundo de la literatura israelí. Cómo no estar orgullosa si hoy muchos de sus alumnos y colegas siguen sus mismas luchas a través de la educación, de la militancia y de la búsqueda por la justicia social.
Todas las clases, cuando se iba nos decía: ¡hasta los 120, talmidim! Hoy, con su cuerpo material ausente les puedo asegurar que vivirá hasta los 120 e incluso mucho más. Su nombre dejó un ejército de personas comprometidas y con ganas de hacer un mundo mejor, más humano y más justo. Hoy lo pudimos ver con el inicio de las jornadas de Shoá.
Gracias morá Jaia por dejarnos todo este legado, por enseñarnos la importancia de la memoria y su transmisión. Por dejarnos el deseo de seguir construyendo relatos. Por luchar siempre para que las raíces sean cada vez más fuertes, el tronco más ancho y la copa un lugar común para todos.
¡Hasta los 120 morá Jaia! «